De botones, tarjetas y otras cosas
El otro día estaba ligeramente desvelado y le daba vueltas a lo que pasó estos días y a lo que he aprendido mientras pasaba. Me refiero a la historia sobre la sentencia de la tarjeta (ver Las tarjetas y las tiendas).
Al final y leyendo a Pedro Canut (le enlazo otra vez) el diablo está en los detalles: La diligencia debida en el comercio electrónico: básicamente no se trata de que haya estafa o no, se trata de otra cosa y un comentario de alguien llamado Gonzalo en la historia lo dice meridianamente claro (por cierto, leánlos todos si tienen tiempo y ganas; eso si que es 'jugo' de blogosfera en estado puro):
No hay estafa porque los compradores no engañaron ni mintieron. Contestaron verazmente a todo lo que se les requirió y nadie les preguntó si la tarjeta era suya.
En su actualización nos recuerda que, tal vez, hubiera bastado con un botoncico que dijera algo asi como: 'si, esta tarjeta es mía y yo quiero comprárme el deuvedé'. O bien, 'tengo permiso del titular de la tarjeta para hacer esta compra'.
¿Tontería? ¿Detalles sin importancia? Tal vez no, y recuerden lo de Al Capone y por qué fue a la cárcel.
O no.
Eso tiene consecuencias interesantes, pero ya hablaremos de ellas otro rato ...
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