Desventuras viajeras
La aviación ha facilitado mucho el viaje. Uno está en Madrid o Barcelona y en dos o tres horas va a cualquier parte de Europa. Y en unas cuantas más a cualquir parte del mundo. El problema es cuando uno vive en provincias, que hay que empezar a añadir etapas.
Ayer el viaje comenzó mal (y peor que podría haber ido). A uno le gusta ir a los aeropuertos con tiempo, sobre todo en tierra extraña, para que si se pierde o pasa cualquier desastre la pérdida no sea irreparable. El caso es que ayer ya estaba casi en la puerta de embarque (a falta de la 'radiografía'), después de haber superado el control de entrada ('boarding pass, please. OK'), el de la policía ('passport or identitiy card, please. OK') y escuché mi nombre en los altavoces del aeropuerto: primero en alemán o similar, que estábamos en Austria; luego en inglés o similar, que estábamos en Austria ('Mr tatatatat, fernandou, please come to the ticket center'). En un aeropuerto todo está dirigido a que encuentres fácilmente tu camino, pero sólo cuando sigues la dirección normal (billetes, entrar, comprar, embarcar. O, llegar, coger el equipaje, transbordar o largarte). Pero cuando lo tienes que hacer al revés no todo es evidente, y además la gente te mira con cara rara... así que allí me tienen preguntando a todo el que llevaba un uniforme si iba bien para el maldito 'ticket center'.
Claro, mientras tanto, pensando: a ver si esto del billete por internet ha fallado algo, o el contenido de de mi maleta no les gustó y me detienen por terrorista -debería haberme afeitado esta mañana-, o este billete tan barato tiene alguna cláusula que hace que si llega otro viajero de un billete caro, me bajan del avión. Ya se imaginan ustedes, dándole vueltas a qué podría ser.
Cuando llego al mostrador, una señorita muy sonriente me explica que mi avión va retrasado y que no voy a llegar a tiempo al enlace que tengo que coger para ir a Madriz, y que me van a cambiar a otro vuelo. Además, le vamos a dar un billete de 'bisness' (mola, que amables, empecé a pensar yo). Hay un problema, les digo: tengo que llegar al tren en Madriz, que yo vivo en otra parte. Cara de póquer. Vaya, de lo perdido saca lo que puedas. Acepto el cambio (todavía trataré de pelear lo del tren, por la vía administrativa) y me voy a mi nuevo embarque (controles, etc., etc. etc.).
Ahora ya se lo que es viajar en 'bisnes' (ya se imaginan que trabajando donde trabajo, el presupuesto no da para alegrías de esas, ni mi sueldo tampoco). Te sonríen mucho, te dan de comer (pero parecido a lo que daban antes, sólo un poquito mejor), te dan el periódico y puedes pedir copas gratis. Pero no tenía yo el cuerpo para fiestas. También tienes menos gente alrededor, igual eso es interesante si hay que trabajar y concentrarse. No creo que valga la pena.
Hice fotos de los Pirineos y eso desde el avión. Aún no las miré. Luego las
pongo, si vale la pena alguna.
Ya en Madriz, llamo a canopus (y luego dicen que la blogocosa no sirve para nada; gente guay, gente en todas partes, y amistosos; y amigables).
'Oye, como llego más rápido a Atocah, cuéntame'.
Me lo indica, no meto la pata en ninguna parte (bueno si, en Barajas hay un punto donde dejan de indicar lo de la salida para el Metro -algún 'cuñao' taxista o algo de eso, entre los que pusieron los carteles- y tuvo que subir y bajar un piso, pero fue rápido), y llego a Atocha tarde para coger no sólo mi tren previsto sino también el siguiente, otro problema: para sacar billetes, una cola de 20 números delante de mi. Me agobio, y se me ocurre una idea: a ver si hay maquinitas de esas de venta automática de billetes. ¡Bingo! Busco la forma de comprar el billete (que no es trivial, me gustaría conocer al listo que pensó que si tu tarjeta de crédito no está bien, tienes que empezar todo el proceso de nuevo para probar con otra), y quedaban 2 plazas para el tren. Lo demás, ya es un aburrido y normal viaje en tren, que supongo no tiene mayor interés para ustedes. Me gusta el tren, creo que ya se lo dije en alguna vida anterior.
Ayer el viaje comenzó mal (y peor que podría haber ido). A uno le gusta ir a los aeropuertos con tiempo, sobre todo en tierra extraña, para que si se pierde o pasa cualquier desastre la pérdida no sea irreparable. El caso es que ayer ya estaba casi en la puerta de embarque (a falta de la 'radiografía'), después de haber superado el control de entrada ('boarding pass, please. OK'), el de la policía ('passport or identitiy card, please. OK') y escuché mi nombre en los altavoces del aeropuerto: primero en alemán o similar, que estábamos en Austria; luego en inglés o similar, que estábamos en Austria ('Mr tatatatat, fernandou, please come to the ticket center'). En un aeropuerto todo está dirigido a que encuentres fácilmente tu camino, pero sólo cuando sigues la dirección normal (billetes, entrar, comprar, embarcar. O, llegar, coger el equipaje, transbordar o largarte). Pero cuando lo tienes que hacer al revés no todo es evidente, y además la gente te mira con cara rara... así que allí me tienen preguntando a todo el que llevaba un uniforme si iba bien para el maldito 'ticket center'.
Claro, mientras tanto, pensando: a ver si esto del billete por internet ha fallado algo, o el contenido de de mi maleta no les gustó y me detienen por terrorista -debería haberme afeitado esta mañana-, o este billete tan barato tiene alguna cláusula que hace que si llega otro viajero de un billete caro, me bajan del avión. Ya se imaginan ustedes, dándole vueltas a qué podría ser.
Cuando llego al mostrador, una señorita muy sonriente me explica que mi avión va retrasado y que no voy a llegar a tiempo al enlace que tengo que coger para ir a Madriz, y que me van a cambiar a otro vuelo. Además, le vamos a dar un billete de 'bisness' (mola, que amables, empecé a pensar yo). Hay un problema, les digo: tengo que llegar al tren en Madriz, que yo vivo en otra parte. Cara de póquer. Vaya, de lo perdido saca lo que puedas. Acepto el cambio (todavía trataré de pelear lo del tren, por la vía administrativa) y me voy a mi nuevo embarque (controles, etc., etc. etc.).
Ahora ya se lo que es viajar en 'bisnes' (ya se imaginan que trabajando donde trabajo, el presupuesto no da para alegrías de esas, ni mi sueldo tampoco). Te sonríen mucho, te dan de comer (pero parecido a lo que daban antes, sólo un poquito mejor), te dan el periódico y puedes pedir copas gratis. Pero no tenía yo el cuerpo para fiestas. También tienes menos gente alrededor, igual eso es interesante si hay que trabajar y concentrarse. No creo que valga la pena.
Hice fotos de los Pirineos y eso desde el avión. Aún no las miré. Luego las
pongo, si vale la pena alguna.
Ya en Madriz, llamo a canopus (y luego dicen que la blogocosa no sirve para nada; gente guay, gente en todas partes, y amistosos; y amigables).
'Oye, como llego más rápido a Atocah, cuéntame'.
Me lo indica, no meto la pata en ninguna parte (bueno si, en Barajas hay un punto donde dejan de indicar lo de la salida para el Metro -algún 'cuñao' taxista o algo de eso, entre los que pusieron los carteles- y tuvo que subir y bajar un piso, pero fue rápido), y llego a Atocha tarde para coger no sólo mi tren previsto sino también el siguiente, otro problema: para sacar billetes, una cola de 20 números delante de mi. Me agobio, y se me ocurre una idea: a ver si hay maquinitas de esas de venta automática de billetes. ¡Bingo! Busco la forma de comprar el billete (que no es trivial, me gustaría conocer al listo que pensó que si tu tarjeta de crédito no está bien, tienes que empezar todo el proceso de nuevo para probar con otra), y quedaban 2 plazas para el tren. Lo demás, ya es un aburrido y normal viaje en tren, que supongo no tiene mayor interés para ustedes. Me gusta el tren, creo que ya se lo dije en alguna vida anterior.
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2004-07-08
01:00
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