Qué raros somos (reflexiones bancarias, sin política)
Yo tenía un servicio de banca telefónica, que era bastante útil: me permitía hacer cosas sencillas mediante una llamada de teléfono. Uno tenía una tarjetita con el número al que había que llamar, y una cuadrícula de 'números secretos' sobre los que el amable contertulio telefónico preguntaba cuando uno deseaba hacer una operación. El caso es que llegó internet (ya había llegado, claro, pero se enteraron los de los bancos y algún listo más) y cambió el sistema; ahora era banca por internet (nunca la he usado, más sobre eso luego) y por teléfono. La consecuencia era que había que re-suscribirse, con grandes ventajas (y además, posible acceso por internet).
A lo que vamos, me re-suscribí, y recibí la documentación pero ... ¡sin la tarjetita!: ahora uno tenía que llamar a un número de teléfono, le preguntaban la clave, algún dato más ..., esencialmente lo mismo. Pero sin tarjeta. No me creerán, pero dejé de usar el servicio ... eso de tener que apuntar en un papelillo el teléfono, buscarlo en la carpeta, ... dejó de tener la sencillez que me atraía al principio.
El caso es que el banco en cuestión se ha debido de dar cuenta, porque adivinen qué me enviaron ... ¡una tarjetita! no es como la anterior, pero no debo ser el único que cambió sus hábitos, y lo han debido notar.
La banca y la red.
Mucha gente no da su tarjeta de crédito cuando hay ordenadores por enmedio, pero la da sin ningún problema por teléfono (incluso por el teléfono portátil). ¿Gracioso no?; pinchar un teléfono (o escuchar un teléfono portátil) debe ser mucho más fácil que 'escuchar' una conexión cifrada entre el navegador y el servidor del banco, y lo hacemos sin complejos (aunque sólo sea por la antigüedad de la tecnología en cuestión, y el tiempo que llevan los espías desarrollando las herramientas correspondientes).
Por no hablar del camarero de ese chiringuito al que fuimos una vez, y al que le dimos nuestra tarjeta sin ningún inconveniente ni problema. O el empleado de un centro comercial, ...
A lo que vamos, me re-suscribí, y recibí la documentación pero ... ¡sin la tarjetita!: ahora uno tenía que llamar a un número de teléfono, le preguntaban la clave, algún dato más ..., esencialmente lo mismo. Pero sin tarjeta. No me creerán, pero dejé de usar el servicio ... eso de tener que apuntar en un papelillo el teléfono, buscarlo en la carpeta, ... dejó de tener la sencillez que me atraía al principio.
El caso es que el banco en cuestión se ha debido de dar cuenta, porque adivinen qué me enviaron ... ¡una tarjetita! no es como la anterior, pero no debo ser el único que cambió sus hábitos, y lo han debido notar.
La banca y la red.
Mucha gente no da su tarjeta de crédito cuando hay ordenadores por enmedio, pero la da sin ningún problema por teléfono (incluso por el teléfono portátil). ¿Gracioso no?; pinchar un teléfono (o escuchar un teléfono portátil) debe ser mucho más fácil que 'escuchar' una conexión cifrada entre el navegador y el servidor del banco, y lo hacemos sin complejos (aunque sólo sea por la antigüedad de la tecnología en cuestión, y el tiempo que llevan los espías desarrollando las herramientas correspondientes).
Por no hablar del camarero de ese chiringuito al que fuimos una vez, y al que le dimos nuestra tarjeta sin ningún inconveniente ni problema. O el empleado de un centro comercial, ...
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2002-07-02
16:40
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