Ya supongo que entre mis vecinos habrá pocos creyentes en los OVNIS (al menos tal y como los entiende la gente habitualmente). El caso es que con la reciente visita de unos familiares próximos a nuestro hogar (Aviso: nada de lo que diga debería interpretarse en términos peyorativos, ni despectivos; les quiero mucho, pero todo el mundo tenemos nuestras cosas, y contarlas aquí puede ser una liberación) redescubro los OFNIS (Objetos Frigoríficos No Identificados).

La cosa es, más o menos, así: durante los días que dura la visita, en el frigorífico van apareciendo productos que nosotros no solemos comprar (porque no nos gustan, porque no nos llaman la atención, porque no los consideramos sanos, ...) y que ellos no pueden tomar (porque no son sanos, porque los médicos se los prohibieron, porque engordan, ...)

Pueden imaginarse la situación: 'mira, hemos comprado estas longanizas' (no se equivoquen, se trata de esa clase de embutidos que van envasadas al vacío de aspecto bastante atractivo, y contenido deplorable) 'a ver qué tal' (mal, por supuesto, raramente aciertan con una buena marca), o ... 'mira, hemos comprado esté paté de pipas de calabaza' (ustedes me entienden), 'pruébalo'. Mira este yogúr ultra-líquido y mini-denso con sabor a fresa (sintética, claro); por favor, a mi me gusta el yogur normal!. Claro que, peor fue cuando les enviamos a comprar una bebida isotónica por un problemilla intestinal de la niña y trajeron Red Bull ... El último: 'mira, hemos comprado este refresco de .... que está muy rico, que pena que yo no lo pueda tomar' (¡señora! ¿se paró ud. a pensar que si a mi me gustara, probablemente habría de ello en casa?).

La cosa se complica con lo que yo llamo mentalidad de posguerra: la gente con esa mentalidad (seguro que conocen a alguien) tiene tendencia a acaparar; no son capaces de comprar un único ejemplar del producto, sino que necesitan comprar, al menos, un par. Ya se imaginan las consecuencias: durante unos días la nevera va pareciendo cada vez más y más pequeña, pletórica de productos que iremos tirando posteriormente poco a poco, conforme alcancen sus fechas de caducidad respectivas sin que nos hayamos animado a consumirlos (al Red Bull le quedan un par de meses, creo).

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